jueves, 9 de abril de 2009

La hora del cuento

Dibujo de Pamp

-¡Vamos, despierta, que es la hora!
-¿Que? ¿La hora? ¿Que hora?
-¡Venga hombre, no fastidies! Ya sabes que es la hora del cuento.
Por supuesto que lo se, pero me gusta chincharle un poco. No hay mas que verle llegar con la columna encajada para saberlo.
Si vamos a alguna granja cercana a comer cerebros, no le importa ir con la espalda partida, pero cuando llega la hora, Xela endereza sus vértebras. Para mi que es por ella.
Durante la hora del cuento las tumbas del cementerio se quedan vacias, todas menos la del destripador, que es donde se sienta Aila. No sabemos por que, pero ella es así.
Nos congregamos a su alrededor muertos vivientes (que no zombies), almas errantes (que tampoco fantasmas) y vampiros, lo cual es raro porque aqui no tienen sangre que chupar excepto la de nuestra amada narradora, pero consideran el mundo más interesante con ella en él.
Aila Tan es la humana más extraña que hemos visto. Podria estar estudiando alguna carrera, viajar por el mundo, ligar con jovenzuelos y todas esas cosas que hacen las chicas vivas; pero ella prefiere quedarse con nosotros a contarnos sus increibles cuentos.
En una ocasión, unos extraterrestres con tentáculos intentaron abducirla para que publicara libros en su universo para lelos, pero ella dijo que no. Y aun asi, ellos siguen viniendo para escuchar sus relatos.
La otra noche llegamos a avistar diez ovnis aparcados por los alrededores.
Las noches de luna llena tambien se apunta a la fiesta algún lobito deshumanizado.
Sus historias hablan de chicas que se casan con desconocidos que no comen, de humanos que se divorcian y traumatizan a sus hijas, de animadoras que se enamoran del capitán del equipo y de esas cosas curiosas que le pasan a los vivos.
Un lobo aulla, es la hora.
Xela está excitadísimo.
El cuento de hoy trata de una chica deprimida porque la ha dejado el novio y no puede coger el metro.
-¡Jo, que bueno!
Cuando termina todos aplaudimos con lágrimas en los ojos (por lo menos los que tenemos).
Xela se le acerca, emocionado, y le da un corazón, que seguramente será el suyo.
Ella le mira tiernamente y le da la mano.
Algo me dice que estos dos se van a enrollar.